DÍAS SANTOS. 3 días para cambiar el mundo

Vidrieras de la capilla del Juniorado Notre Dame, Chateaulin. Vidrieras de Maurice Rocher.

«Estas jornadas del Triduo pascual, del Jueves Santo al Sábado, constituyen la memoria de un único gran misterio: La muerte y resurrección del Señor Jesús», subraya el Papa Francisco.

«El Triduo pascual marca las etapas fundamentales de nuestra fe y de nuestra vocación en el mundo, con tres días santos que constituyen una «matriz» de la vida cristiana»

Jueves Santo: «Convertíos en lo que recibís»

La fracción del pan eucarístico nos hace participar realmente con el Cuerpo del Señor. Según las palabras de San Pablo (1 Co. 6, 15), nos convertimos en miembros de este cuerpo.

Al final de la celebración se despoja el altar y se desplaza el Santísimo Sacramento. Por tanto, estamos invitados a dirigir nuestra mirada a la cruz.

Viernes Santo: “ Por la pasión de Cristo has destruido la muerte”

El canto de entrada del Oficio del Viernes Santo sitúa de entrada la celebración de la cruz de Cristo en la perspectiva de la Resurrección.

La celebración del Viernes Santo termina sin una palabra. El silencio de la tumba se extiende sobre el pueblo de los fieles. No terminará hasta el momento de la celebración de la luz pascual.

Sábado Santo. El silencio de la espera.

En el silencio de la tumba, en el supremo abandono, creemos que Cristo se ha unido a todos los justos de la antigua alianza que nos preceden para salir de la muerte con él.
En esta jornada del Sábado santo, inmersos en la muerte con Cristo, permanecemos en el silencio de la espera.

Vigilia pascual: «Esta es la noche en que Cristo, rompiendo los lazos de la muerte, se levantó»

En la noche de Pascua, la liturgia de la luz muestra a Cristo levantándose victorioso de los infiernos. «Primogénito de entre los muertos» (Col. 1,18), es el camino de la vida.

Ahora la cruz de Jesucristo es el camino siempre accesible hacia la vida.

En plena coherencia con las celebraciones que han desarrollado el tema bautismal durante estos tres días, la liturgia propone a los catecúmenos recibir finalmente el bautismo y a todos los fieles renovar las promesas de su bautismo.