Los Hermanos
Vivir plena, feliz y fraternalmente.
Ser Hermano Menesiano es experimentar que Dios me ama infinitamente.
Es como un fuego que calienta, una brisa que invita a dejar todo para vivir y dar la vida.
Cautivados por Cristo, los Hermanos eligen un modo de vida según los votos de pobreza, castidad y obediencia. Son personas consagradas.
En comunidad de Vida y de Oración, quieren vivir la fraternidad entre ellos y con los demás. Con sencillez y alegría, aceptan compartir lo que son, lo que hacen y lo que tienen.
Cada día participan en la Eucaristía. Se reúnen dos veces al día para rezar en comunidad: por la mañana, para el rezo del Oficio Divino y la meditación personal y por la tarde para la adoración y la oración de Vísperas.
Hermanos de los jóvenes.
Al servicio de los jóvenes y deseosos de anunciar a Cristo, pueden ser, -dependiendo de las necesidades, las personas y las situaciones- animadores, educadores, profesores, formadores o ejercer otras funciones.
También están presentes tanto en escuelas o centros educativos como en centro de vacaciones o centros de acogida.
Consagrados para seguir a Cristo.
Seducidos por Cristo. Ése es el sentido de los 3 Votos que pronuncian los Hermanos Menesianos el día de su Profesión:
- obediencia: buscar la voluntad del Padre a través de las mediaciones humanas.
- pobreza: hacer uso de los bienes de este mundo sin apegar su corazón a ellos.
- castidad: estar siempre disponibles para lo que Dios quiera.
Con «dulzura y firmeza».
«Cuidad a nuestros hijos, dadles bases sólidas, ayudadles a construir su vida.» Viviendo solos, al principio, cuando se fundó la Congregación, los Hermanos Menesianos respondieron con valentía y celo al llamamiento de las familias.