Aquí está un texto que el Hno Walter de Argentina ha escrito acerca de la esperanza, en una revista de religiosos/as en Argentina.
Reflexiones a partir del Horizonte Inspirador, Nuevas Generaciones en “movimiento”
“Hacia la vida en esperanza”
Este movimiento invita a las Nuevas Generaciones de la Vida Religiosa, donde la esperanza es el eje central, al desafío de ser como las Mujeres del Alba, que surcaron la noche. Sentimos que vivimos hoy en una sociedad donde la esperanza en el Salvador no es la opción primera y por eso estamos llamadas/os a ser mensajeras/os de Cristo, nuestra esperanza.
Somos conscientes de la necesidad de trasmitir al mundo la esperanza de Jesús donde la cruz y el sufrimiento de los pueblos y de la casa común claman por personas que sean capaces de caminar junto a ellas/os y ser profetas de esperanza.
La esperanza que se nos ha regalado no nos separa de las/os otras/os, ni nos lleva a desacreditarlas/os o marginarlas/os. Se trata más bien de un don extraordinario del cual estamos llamadas/os, con humildad y sencillez, a ser mediación para todas/os.
Somos signos de esperanza en nuestras casas, comunidades, congregaciones, que muchas veces se desalientan por la disminución de sus miembros. Somos esperanza cuando decidimos seguir contagiando con la alegría del Evangelio y entregando nuestras vidas al servicio del Reino.
El papa Francisco nos dice: “La esperanza cristiana es sólida, es por esto que no decepciona. Nunca, decepciona. ¡La esperanza no decepciona! No está fundada sobre eso que nosotras/os podemos hacer o ser, y tampoco sobre lo que nosotras/os podemos creer. Su fundamento, es decir el fundamento de la esperanza cristiana, es de lo que más fiel y seguro pueda estar, es decir el amor que Dios mismo siente por cada una/o de nosotras/os.”
Las Nuevas Generaciones vivimos una vida de esperanza sólida y fuerte en el Salvador, como nuestra madre María, que a los pies de la cruz compartió el dolor y el sufrimiento de su Hijo y nos anima a estar junto a las/os que sufren.
Queremos vivir este primer movimiento con alegría y con los ojos puestos en Jesús, el Amor que nos anima y sostiene para continuar siendo mensajeros de esperanza. San Pablo nos lo recuerda: tenemos que vivir “con la alegría de la esperanza” (Rom 12,12), porque sabemos que, en toda circunstancia, aun en las más adversas, difíciles y en nuestros mismos fracasos, el amor de Dios nunca falla.
Y con el corazón habitado por su gracia y su fidelidad, vivimos en la alegre esperanza de anunciar con nuestras vidas a las/os hermanas/os lo que recibimos de Él cada día.
Hno Walter Muñoz, Menesiano. CONFAR